Sería bueno volver a escribir sobre el calor, sin importar su origen, destino o interlocutores. Pensé en el libro de Ray Bradbury, Farenheit 451. Aunque no he leído para entender el origen del título.
Recordé los veranos de mi infancia y juventud, esa sensación de estar envuelto en un incendio personal, mirar el cielo en busca de una fresca nube y rogar por el dios del viento en su antojadiza benevolencia.
La palabra anticiclón siempre me daban la sensación de una extrema temperatura, acompañada de una escasa humedad y eso siempre lo escuchaba del señor meteorólogo a la hora de las noticias. Sabía que al otro día las lagartijas estarían bajo las piedras.
Hoy es uno de esos días implacables de verano, de transpiración innata de la piel, algo así como, piensas y sudas, sueñas y sudas, te mueves y sólo compruebas el recorrido ilógico del agua por la espalda, frente, cuello y piernas.
Agradables 38°C o 100°F, allá vamos.
Te leo y añoro el calor, aquí estamos en invierno: lluvia, niebla y frío.
451 grados Fahrenheit es a la temperatura que los libros arde.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias Rita, envío todo el calor de las palabras.
Aquí el tibio sol de invierno nos alumbra los dias… disfruta del sol y del calorcito, aunque he de decir que yo soy más de lo templado.
Tus letras rebosantes de calor como siempre. Abrazo!
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