Iluminaron mi vida cuando pensaba seguir solo, entre las sombras fueron manos guiándome, fueron voz de amor y una súplica desesperada.
En el desconcierto habitual, una certeza en el cielo, las estrellas más brillantes de la noche, el baño de luz preciso para mí alma sin vida, para un hombre estrellado.
Mis pensamientos caían al mar y en el fondo estaba ella. Ascendía mientras yo de amor escribía. Cual desnudo mascarón de proa apareció en mí embarcación de letras sin sentido.
En las noches sin estrellas, acudo a su mirada para contemplar la paz de su alma, la quietud de sus pensamientos y la soledad es un artículo del cual no sé escribir.
Aquellos ojos verdes
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