Encontré una mujer en el bosque,
solicita de amor
era un sol en primavera,
nacía entre el suelo y un viejo árbol roido,
parecía caída del cielo
por el fulgor de su acicalado cabello.
La leche es blanca
el maná es dulce,
ella ama
con todo el goce.
Encontré una mujer en el bosque,
no la sentía perdida,
me decía entre sueños
ven tómame soy tu tesoro,
escóndeme en tu cuerpo,
cuélgame entre tus hombros y di que me diste caza y rendida me entregué.
Diles que no hay otra especie igual pues nací de un árbol ordinario y crecí en el yermo cascarón de la tierra.
Diles que de mi cosecha era la única madura en la mata sin golpes o moretones y cuando me arrancaste fue con raíz y todo.
La tierra es calma
cuando aduce,
pequeñas almas
silencio luce.
Encontré una mujer en el bosque,
no reclamo potestad sobre su cuerpo o pensamientos, dejaré en libertad apenas recupere la conciencia de sus actos, cuando diga quién es su pater famili y me libere de su manutención, de los ropajes nocturnos, de los baños y aseos antes del alba, del cuidado de su piel con esencias de malva y el brillo de su cabellera roja con bálsamo de frutas y bayas. Diré que lo hago por preservar el honor de mi apellido y de esta casa y guardaré las flores plantadas alrededor de tu habitación, aunque eran para avivar tu descanso y proveer de una suave brisa perfumada en tu recuperación. Y si no te dejo salir del hogar es porque te pienso cómoda y feliz adornando con tu presencia los salones, los ventanales del invernadero y las terrazas floridas.
El arma blanca
ópera de medianoche
supura asmas
de cuerpos sin roce.
Encontré una mujer en el bosque y
es cierto no te alojé en la habitación de huéspedes o en otra decorosa locación y es porque sentí la incontrolable sensación de protegerte hasta el recodo de tu piel, esa vuelta entre tus ojos y tu boca. Solamente conocí cada rincón cuando las noches fueron fiestas de luces y ardor, de gritos y aullidos del fulgor de tus piernas extensas como el deseo. Tu cabellera de fuego adornaba las sábanas y tus pechos irradiaban soledad, tus brazos alcanzaban cada uno de mis pensamientos más febles, de tus costillas me desprendí cual piedra del camino pero no me arrojaste al suelo, me llevaste como herida, por lástima y tristeza genuina de tu débil forma de mirarme.
Ella me arranca
maleza en bucle
destierro de zanjas
donde adore y pude
Encontré una mujer en el bosque, desgraciadamente tiempo después, años para ser honesto, tomó sus posesiones preciadas para guardar en sus ojos, dentro iba una maleta con ademanes de diva, joyas de frases nunca dichas antes, millones de billetes de distintas orgasmos, ropa, dentro llevaba el puto clóset de Mikey Rourke, blancos y negros pensamientos sobre sentir nada y dejarse empalar todas las horas que ella quería fueran noche. Además se llevó mi sexo entre la lencería color piel y muchos coitos de mi mente cuando hurgue sus adentros entre drogas y alcohol. Arrastró mis insolentes brazos para cortar en pedazos y colocar en toda su piel, quería hacerme sentir su violador favorito, su psycho next door y ella mi eterna Estocolmo. Dijo antes de partir, antes de tomar un hacha y repartir en cincuenta-cincuenta ambos cuerpos, la sangre separada, los huesos y sus lamentos de años aferrada a la cama, sus tendones y los míos, sus labios rotos y los míos mordidos. Primero fueron los muebles: la cama electrificada pero confortable sin agua, los motores excéntricos con falos de hule del tamaño de un BBC, la camilla de obstetra, esa que obliga a tener las piernas abiertas, los cirios nuevos esperando ser encendidos y derramados sobre su vagina, las pinzas conservan restos de sus pezones cuando con sus dientes sacó de forma desesperada.
Vuelvo al alba
dulce surge
su cara blanca
bajo la mugre.
Encontré una mujer en el bosque, estaba desnuda y vestí, estaba perdida y guíe, estaba media muerta y reviví, estaba drogada y limpié, estaba ahí para mí y la gloria de todas las trampas. Fueron útiles con ella y sin embargo estaba ahí. Quién se desnuda de propio sin desear alcanzar algo sublime y yo estaba ahí para brindar todas sus locuras y más. Estaba ahí la mañana en la cual unos foráneos me preguntaban por una mujer. Decían que les pertenecía y nadie les arrebataría esa dulzura de carne, también dijeron que al final la matarían porque nadie sirve sin piel, sin sexo, sin labios y ella nada dijo detrás de las vendas en su boca. Pero era libre cuando me dijo sácame de aquí y llévame donde tú quieras y obedecí, la quería en mi vida, en mi ratonera para alimentar con su piel la mía, la quería en mil pedazos y desintegre su honor luego su paz, también su locura y delante mío, todas las mujeres de Dios y del diablo en ella.
Rasgo y sangra
desde sus labios
hasta el alma,
nadie ruega por ella.
Genial tu poema. Para disfrutarlo de principio a fin. Bien por tu inspiración depurada.
Muchas gracias por detenerte a dejar un comentario.
Por nada.