
En sus caderas de plata
todo el brillo es sudor,
una melancolía melodía
brota desde su boca.
Galopa la equidad ansiada
ambas paralelas en fulgor,
queman las manos de día,
más de noche no se toca.
Antes del hueso la piel,
después del albedrío
todo el sueño cumplido
hasta rasgar su miel.
Ayer el suelo y su fines
solo daban por vivo
este ardor inavertido
rebosando su piel.