
Estamos en la espiral
a mil por horas,
asidos de los cabellos
de la vida.
Con rabia movía la cabeza
de un lado a otro.
Sentir las briznas
escapándose
entre nuestras manos.
El inevitable despojo,
una liberación carnal
desde las raíces.
Sensación admisible,
poderosa y recurrente,
nos envuelve
cual escarcha
agolpada de realidad.
Aún sin trizar.
Huérfanos
de una vida muerta,
parecemos albergar
una identidad nueva,
en medio de un camaleónico
estado de colores,
nos vemos en el aire,
sin más que nosotros,
el destino y una mirada.