Historia de amor, invisibles, diez de Enero

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Invisibles deberían ser las circunstancias
que nos llevaron a conocernos,
junto a la codillera tan invisible como grande y nevada,
además las calles serían invisibles junto a los edificios,
sin importar lo grandes, emblemáticos, formidables y modernos,
invisibles también los años que nos separan,
la infancia delgada de ambos,
desaparecer la adolescencia,
toda la mala suerte de la juventud arraigada y con marcas,
los estudios y las amistades serían útilmente invisibles,
existir la inexistencia de los árboles,
la noche debería existir en otra parte menos entre tú y yo,
así te podría mirar desde que amaneces,
ver por dónde te mueves, seguirte a la ducha invisible,
bañarme invisiblemente contigo, tan invisible deberíamos ser,
nadie o sea todos no nos buscarían, no nos necesitarían para todo y nada.

Invisibles las bocas gritando sus necesidades invisibles para nosotros,
tan cero visibles ante los demás problemas invisibles
seríamos una especie de paz no visible pero si palpable,
movernos entre los cuerpos invisibles como moléculas
de amor visible en un microscopio atómicamente invisible,
del poder de la invisibilidad se sostiene nuestro amor,
nuestras cuerdas gruesas trenzadas,
forjadas con telas resistentes a la visibilidad
vibran a cada lado del mar invisible que nos separa,
nos depara nunca naufragar visibles,
toda nuestra infraestructura no necesaria se ve en los ojos,
donde somos tan visibles, en un beso visible,
en ese abrazo que nos hizo tan visibles el diez de enero,
desde esa fecha me siento tan visible en tu pecho, latiendo en tu alma,
regando de amor tu cuerpo, inundado de esa hermosa visibilidad,
desde que te vi, cuando ya me habías mirado.

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11 replies to “Historia de amor, invisibles, diez de Enero

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